Mié. Oct 2nd, 2024

Existen estadísticas que afirman que la impotencia afecta a un 20 % de la población masculina. Estos datos son muy significativos, aunque debemos comprender que diagnosticar el problema es muy complejo, y que a menudo los terapeutas utilizan para ello diferentes criterios según su formación y escuela. Además es bien sabido que la impotencia puede tener un carácter temporal o permanente, siendo sus causas más bien de origen más bien físico o más bien psicológico. También es necesario atender al hecho de que no todos los aquejados acuden al médico especialista, en este caso el urólogo. Todo ello dificulta delimitar la cantidad de personas que en nuestro país o en el mundo sufren de disfunción eréctil.
Sin embargo, si el problema se prolonga, pueden aparecer diferentes consecuencias. Entre ellas cabe señalar:
Ansiedad. La percepción de escaso control que la persona afectada tiene sobre su cuerpo facilita un sentimiento constante de inseguridad y ansiedad, que a menudo afecta a diferentes facetas de su vida.
Irritabilidad. Esa ansiedad puede manifestarse como irritabilidad y hostilidad, tanto pasiva (miradas, pequeños comentarios, críticas destructivas, etc.) como activa (agresión directa y sin tapujos).
Deterioro de las relaciones matrimoniales o de pareja. La ansiedad y la irritabilidad se manifiestan más fácilmente con las personas más próximas, dando lugar a un clima tenso o deprimido, que dificulta considerablemente la superación del problema.
Escasa autoestima. Esto es escaso aprecio por uno mismo y escasa satisfacción con uno mismo. Está claro que nuestra sociedad valora sobremanera el sexo, excluyendo a quienes presentan dificultades en este sentido. Si la persona ha interiorizado esta filosofía y estos valores, cosa más que probable, se sentirá inevitablemente rechazado y experimentará culpa y remordimientos.
Sentimiento de culpa. Es el resultado de percibirse en una situación reprobada socialmente. Esta sensación se refuerza con ideas del tipo “yo soy el responsable”.
Pensamientos irracionales de aversión al sexo. La sexualidad no se reduce al mero coito o actividad genital. Es la capacidad –muy difícil de definir- que todos tenemos de disfrutar de nuestro cuerpo, de los otros y de nuestras fantasías. La persona impotente no es un ser asexuado, y aun presenta muchos recursos para disfrutar. El comportamiento sexual puede ser tremendamente rico y satisfactorio. Un conocimiento profundo de lo que somos y de lo que nos gusta puede suplir con creces esta situación. No olvidemos esto.
Todas estas consecuencias, muy habituales, es probable que dificulten la superación del problema. La ansiedad y el aislamiento no son buenos aliados en ninguna lucha por la satisfacción, la serenidad y la calidad de vida.

Por Atomico