Cualquier aumento del peso corporal por encima de los límites ideales, salvo que sea debido a embarazo o a retención de agua, se debe al depósito de grasa. No deja de ser triste que siempre haya habido millones de seres desnutridos físicamente por hambre crónica y, en cambio, otras personas tengan el problema contrario: ganan peso de forma progresiva, casi siempre inexplicable.
La obesidad no siempre es fácil de delimitar, ya que varía considerablemente según la geografía, la cultura y las ideas estéticas de la época. En Oriente, y en algunos países Centro Europeos, cierto grado de gordura realza los atractivos de la mujer y es un índice aparente de prosperidad.
Por el contrario, en los países nórdicos y anglosajones, la configuración ideal tiende hacia la esbeltez. Sin embargo, el diagnóstico de la obesidad es sencillísimo; tanto, que acostumbra a ser hecho por el propio interesado al contemplarse ante el espejo, al comprobar que sus vestidos le quedan estrechos o al observar que va ganando kilos.
Las obesidades también pueden clasificarse según la disposición de la acumulación de grasa, la cual es diferente en uno y otro sexo. La obesidad ginoide u obesidad pálida.
La obesidad androide es la obesidad roja o pletórica de Marañón y corresponde al tipo masculino, con tendencia al engrasamiento en la zona epigástrica, hombros, cuello y cara, en contraste con la relativa delgadez de las regiones peripélvicas y de las extremidades.
La obesidad universal o de distribución uniforme es propia de los niños.
Las leyes de la conservación de la materia y de la energía son inmutables; y si una persona engorda es porque ha ingresado más alimentos que los indispensables para su sustento. Los motivos que crean y mantienen un balance calórico positivo son numerosos. En los niños, suele ser la insistencia familiar, obligando a comer excesivamente, lo que inicia el sobrepeso. Al llegar a la adolescencia, suele añadirse cierta tendencia a la molicie y a la inactividad, que perdura y aun aumenta al llegar a la madurez. Llegada esta época, el aumento de peso dificulta la movilización corporal, se reduce el esfuerzo físico y aumenta la inercia, mientras sigue conservándose el hábito de una alimentación excesiva.
La obesidad es un problema de desequilibrio entre ingresos y necesidades. La herencia, los conflictos emocionales y los trastornos de las glándulas endocrinas son siempre factores etiológicos secundarios.
Obesidad familiar y hereditaria. La obesidad suele afectar a varios miembros de una misma familia. Una persona dice ser gorda como lo es su padre o lo fueron sus abuelos. En estos casos, lo que se hereda es el hábito de comer excesivamente, las costumbres familiares y el ambiente socioeconómico.
Obesidad endocrina. La obesidad se acompaña frecuentemente de alteraciones de las glándulas de secreción interna, pero las influencias hormonales sólo actúan aumentando el apetito, como ocurre en la distribución del panículo adiposo.
Los tipos de obesidad con influencia hormonal mejor caracterizados son los siguientes:
Obesidad hipofisaria. La destrucción de la hipófisis no se acompaña de grandes variaciones en el peso corporal y, excepcionalmente, puede ocasionar un estado de emaciación.
Los tumores y otras lesiones del hipotálamo pueden producir un aumento exagerado del apetito, con la consiguiente obesidad, y, por afección de la hipófisis, causar una detención del crecimiento y una insuficiencia genital; esta enfermedad se designa como distrofia adiposogenital.
Obesidad tiroidea. La insuficiencia tiroidea disminuye el gasto energético y puede crear un balance positivo, con aumento del peso corporal. En la mayoría de los casos, el hipotiroidismo cursa con disminución del apetito, que tiende a restablecer el equilibrio.
Obesidad suprarrenal. Las hormonas de la corteza suprarrenal influyen en la distribución de la grasa, con tendencia a localizarse en la parte alta del tórax, en la espalda y en la cara, mientras las extremidades pueden adelgazar.
Obesidad psicógena. Muchas obesidades resultan de un aumento del apetito debido a inestabilidad emocional o a inmadurez psíquica. Son personas que se vuelven “adictos a la comida” como respuesta a tensiones nerviosas, como un sucedáneo a otras satisfacciones o como respuesta a un sentimiento de frustración. Complicaciones. Es un hecho bien comprobado que la obesidad acorta la existencia y por ello las compañías aseguradoras sólo admiten el contrato de seguros de vida en los obesos mediante sobreprima. La hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes se dan con mucha mayor frecuencia en los obesos
Tratamiento.
La base del tratamiento es el régimen hipocalórico. Sólo así es posible pasar de un balance energético positivo a una situación negativa que cause un descenso de peso. La dieta puede ser todo lo amplia que se quiera mientras mantenga un aporte de calorías inferior al consumo. Los alimentos ricos en proteínas, tales como la carne magra, el pescado blanco, los huevos y la leche, no se racionan. De los hidratos de carbono se suprimen totalmente los dulces y alimentos muy concentrados, dando preferencia a los que tienen un gran volumen, tales como las verduras, ensaladas y frutas. Las grasas deben eliminarse, así como los embutidos y las carnes grasosas. Salvo en casos de retención hídrica, no es necesario suprimir los líquidos, pero hay que tener presente que un gramo de alcohol proporciona 7 calorías y que, por tanto, una ración generosa de cualquier licor o aguardiente puede engordar lo mismo que una rebanada de pan con mantequilla. Para endulzar el café, el té o la leche puede usarse cualquier preparado de sacarina. Para las ensaladas son útiles el vinagre, el zumo de limón, las especias y el aceite acalórico que se expende en las farmacias.
La pérdida de peso demasiado rápida puede ser peligrosa. Casi siempre produce sensación de debilidad y de angustia. No raras veces, una dieta demasiado rígida ha sido la causa de la reactivación de una tuberculosis latente. Por otro lado, cuanto más paulatina es la reducción de peso, más fácil suele resultar el mantenimiento de una dieta moderadamente restrictiva que impida nuevos aumentos de peso.
Con las medicaciones hay que ser muy prudente y no tomarlas sin prescripción y vigilancia médica. Entre las más usadas se cuentan los extractos y hormonas del tiroides, útiles en cuanto producen una elevación del metabolismo basal y, por tanto, un incremento del gasto energético. Las anfetaminas y productos similares causan una depresión del apetito y estarán indicados cuando el régimen restrictivo sea difícil de llevar; tienen el inconveniente de producir nerviosismo, insomnio, palpitaciones, aumento de la presión arterial y, lo que puede ser mucho más grave, hábito y adicción. Los diuréticos pueden estar indicados cuando hay retención de agua. El ejercicio físico, sin sobrepasar el límite de las posibilidades, es muy conveniente. El masaje sólo adelgaza al masajista. Los baños turcos, saunas, etc., pueden tener un efecto tónico general, pero ninguna acción movilizadora de las grasas.
Muchas obesidades se asocian a trastornos endocrinos, que es necesario tratar al mismo tiempo que el sobrepeso. Otras se deben a trastornos psicológicos, que pueden precisar las oportunas medidas de psicoterapia.