Los problemas de audición pueden dividirse en dos amplias categorías: súbitos y lentos. C
uando un niño de cinco años o más se queja de repente de dificultad para oír, el problema suele consistir en algún tipo de bloqueo del oído.
En la porción externa del tímpano, este bloqueo puede deberse a la acumulación de cerumen, a un cuerpo extraño que el niño se ha introducido en el conducto auditivo o a una infección del mismo. El líquido debido a una infección viral o bacteriana se puede acumular y causar un bloqueo.
Otros son los problemas de la audición que se desarrollan con lentitud o que existen desde el nacimiento y se hacen evidentes ulteriormente. Muchos padres se preocupan porque su hijo no oye bien.
Ahora es posible realizar pruebas auditivas en niños de cualquier edad, gracias al empleo de computadoras capaces de analizar los cambios en las ondas cerebrales producidas por los sonidos.
El niño cuya agudeza auditiva es normal reacciona de una manera característica a un ruido. Se puede producir el sonido con una palmada, una trompeta o un silbato.
Desde el nacimiento hasta los 3 meses de edad, el niño parpadea o abre los ojos, agita los brazos o las piernas, vuelve la cabeza o comienza a succionar, todo ello en respuesta al sonido.
Si el niño está en movimiento o balbuceando antes de producirse el ruido, suele interrumpir estas actividades. A los 3 meses, el niño comienza a hacer intento por localizar el origen del sonido y mueve la cabeza.
La capacidad para identificar el sonido, no obstante su procedencia (debajo, detrás o arriba del niño), puede no estar plenamente desarrollada hasta la edad de 2 años.
El desarrollo normal del habla depende del oído. El niño cuya capacidad para hablar avanza lentamente o no se desarrolla, puede tener un problema auditivo.
También es posible que haya dificultades auditivas en los niños que balbucean continuamente sin formar palabras, después de haber cumplido un año de edad.
Tratamiento casero
La necesidad de un minucioso examen del oído generalmente exige acudir al consultorio. Si se sabe con certeza que se debe a acumulación de cerumen, el problema puede tratarse eficazmente en casa. Basta lavar suavemente el oído, con agua tibia o caliente, para que se pueda desalojar el cerumen.
En las farmacias se expenden jeringas y otros artefactos especiales para introducir agua en el conducto auditivo. Se puede’ aplicar un chorro de agua, muy suave, pero no lo recomendamos en los lactantes, porque el ruido tal vez los asuste.
Existen ablandadores de cerumen, como Cerumenex, para cuando la cera está endurecida: es preciso observar las indicaciones en el envase. (Debrox se ha ganado la reputación de irritar el conducto auditivo, quizá injustamente.)
Unas palabras de advertencia: primero, el agua debe aproximarse lo más posible a la temperatura corporal: el empleo de agua fría puede conducir a mareos y vómitos.
Segundo, se supone que el tímpano está intacto y sin ningún daño. No se debe intentar nunca un lavado cuando exista la menor duda sobre el estado del tímpano.
Se aconseja proceder con precaución, para desalojar cualquier cuerpo extraño. A menos que éste parezca muy accesible y su extracción claramente no entrañe ningún riesgo para las estructuras del oído, los padres no deben intentar removerlo.
Jamás para este fin debe emplearse un instrumento filoso. En muchas ocasiones, los intentos caseros para extraer un cuerpo extraño sólo logran introducirlos a mayor profundidad o lesionar el propio tímpano.