Señalaremos en primer lugar la hepatitis viral aguda, quizás el trastorno de hígado más frecuente, Hasta hace poco, lo que hoy conocemos por hepatitis viral se denominaba ictericia catarral aguda o ictericia infecciosa aguda. Ahora se sabe que es un virus específico el que produce la enfermedad.
Por lo menos se conocen dos formas de este virus: la que penetra en el cuerpo a través de la boca, la nariz y la garganta, al igual que en las infecciones comunes, como los catarros; y la que penetra directamente en la sangre por ejemplo con inyecciones y transfusiones: de sangre. El primer tipo se conoce con el nombre de hepatitis infecciosa y en segundo con el de hepatitis por sueros.
Aunque la hepatitis infecciosa puede producirse en cualquier edad, es mucho más corriente entre los niños y adulto: jóvenes. Como el virus se halla en cantidades enormes en las deposiciones de los que la padecen, la infección puede propagarse por contaminación de la: aguas de suministro con aguas fecales: no tratadas o por falta de higiene en el cuarto de baño casero.
La hepatitis infecciosa aguda adquiere comúnmente carácter epidémico en lugares donde se congregan jóvenes en gran número, como en los campamentos militares y los internados. Sin embargo, la enfermedad se presenta en casos aislados en cualquier parte y en cualquier momento. Generalmente comienza de repente con escalofríos, fiebre, náuseas, diarrea, y la aparición de ictericia al cabo de pocos días.
La violencia del brote agudo o de la ictericia visible hacen que el paciente llame al médico al principio de la enfermedad. Con un tratamiento apropiado, la dolencia dura generalmente de dos a seis semanas y se cura sin dejar lesión permanente en el hígado. En un reducido número de personas, puede ser grave e incluso fatal. También puede ocurrir que la curación sea incompleta y el hígado nunca vuelva a funcionar con toda normalidad.
La hepatitis por sueros es una enfermedad achacable paradójicamente a la medicina de los tiempos modernos. Como el virus ha de penetrar en el cuerpo a través de la sangre, tiene que ser introducido en éste por algún instrumento como las agujas que se utilizan en las inyecciones. El virus de la hepatitis por sueros vive en la corriente sanguínea de algunas personas sin producir enfermedad ni señal alguna que delate su presencia.
Si tal persona dona su sangre para transfusiones, transmitirá el virus a la sangre del receptor de la transfusión. Así mismo, las agujas e instrumentos que han estado en contacto con la sangre de una persona, pueden constituir una fuente de infección para otra si no se esterilizan debidamente. La hepatitis por sueros aparece con más lentitud que la infecciosa. Los primeros síntomas son, por lo general, pérdida del apetito, cansancio, indigestión, y aquí un poco de fiebre.
Tras unos días o una semana, puede aparecer la ictericia. Pero, pese a que la hepatitis por sueros comienza con síntomas más benignos, es bastante más grave que la infecciosa. Pueden necesitarse muchos meses para lograr el restablecimiento completo. En algunos casos queda tan dañado el hígado que nunca se recupera del todo.
A pesar del gran cuidado que se pone en la selección de donantes de sangre, los médicos no pueden evitar que se produzca este tipo de hepatitis en aproximadamente una por cada 300 transfusiones de sangre. Algunos tipos de suero obtenidos de sangre humana también han transmitido esta enfermedad.
El virus no muere ni por congelación ni por la aplicación de antisépticos químicos. Sin embargo no puede sobrevivir por mucho tiempo a la temperatura ambiente y sucumbe a los rayos ultravioleta. Estos se han utilizado para preservar sueros sanguíneos, pero no puede protegerse sangre entera de este modo. Existe una forma habitualmente benigna de hepatitis viral asociada a la fiebre glandular, que se conoce por mononucleosis infecciosa. Raras veces cabe temer menoscabo del funcionamiento del hígado y aparición de ictericia en la fiebre glandular.
Hepatitis tóxica. Se trata de otra forma de hepatitis producida por agentes químicos, como alcohol, líquidos limpiadores que contengan tetracloruro de carbono, cloroformo, arsénico, y una gran variedad de drogas a las que una persona puede ser sensible. Aparece también asociada a pérdida de apetito y peso, indigestión e ictericia.
El abuso del alcohol puede producir lesiones definidas en las células del hígado, pero no siempre ocurre así. Probablemente un alcohólico crónico enferma del hígado porque prefiere más beber que comer, y la consiguiente deficiencia de alimentos adecuados y de vitaminas, además del efecto tóxico del alcohol, lesiona gravemente el hígado.
Hepatitis secundaria. Las infecciones secundarias del hígado se producen a consecuencia de la invasión del cuerpo o la corriente sanguínea por gran variedad de gérmenes. Existe además una forma de hepatitis originada por la invasión del hígado por ciertos tipos de parásitos, como amebas, duelas y lombrices, procedentes del intestino. En todos estos casos, para curar la enfermedad del hígado es primordial tratar la infección principal. En algunos casos de hepatitis secundaria, pueden formarse abscesos en el hígado que a veces necesitan drenaje quirúrgico.
La gran mayoría de los casos de enfermedad aguda del hígado producidos por infección o por intoxicación química tienen tendencia a curarse. Sólo unos pocos pacientes quedan con seria incapacidad crónica.
La hepatitis crónica, que supone la prolongación de las mismas alteraciones que se producen en las enfermedades agudas del hígado, ocurre cuando la infección ha destruido tanto tejido que la curación total es imposible. Los consiguientes trastornos en el funcionamiento del hígado son suficientes para producir síntomas de larga duración, como fatiga crónica, poco apetito, imposibilidad de ganar peso y, a veces, ictericia visible. El médico encuentra el hígado dilatado, hipersensible, y quizá más duro de lo normal. Analizando la sangre, la orina y las deposiciones puede medirse el efecto de funcionamiento del hígado, como en el caso de hepatitis aguda.