Los recién nacidos y los lactantes casi invariablemente arrojan por la boca un poco de leche después de cada alimento.
No obstante que se les hace expulsar gases en forma de eructos, los padres deben esperar que a esta edad los niños vomiten un poco.
A menudo conviene sostener al niño en un ángulo de 45 grados para alimentarlo. Los vómitos persistentes o violentos, así como el aumento de peso insuficiente sí son signos de un problema.
En el recién nacido la fiebre es inusitada y, con vómitos, es motivo justificado para acudir inmediatamente al médico.
Los lactantes y los niños que ya caminan suelen vomitar a causa de infecciones virales del tubo digestivo. Cuando el niño tiene un dolor abdominal, los padres temen que se trate de apendicitis u otro problema abdominal grave.
En muchas infecciones gastrointestinales, el vómito se presenta simultáneamente a la diarrea, combinación que es más peligrosa mientras menos edad tenga el paciente. Antes de cumplir 6 meses, los niños pueden deshidratarse con suma facilidad, sobre todo cuando tienen fiebre o si es tiempo de calor.
Siempre que el niño dé la impresión de tener los ojos muy hundidos, que la piel esté muy reseca o se pliegue fácilmente, que la orina sea escasa o de color oscuro y que la boca parezca seca, es preciso acudir inmediatamente al médico.
Si al vómito lo sigue la evacuación de heces estriadas con sangre o dolor abdominal intermitente, o ambas anomalías, cabe pensar en una posible obstrucción intestinal, que exige la atención del médico.
En la primera infancia, nunca debe pasarse por alto la posibilidad de un envenenamiento accidental, ya sea por la ingestión de alguna sustancia tóxica o de un medicamento improcedente. En los niños mayores el exceso de cualquier bebida alcohólica puede causar vómitos.
A veces la hepatitis comienza con náuseas y vómitos y con la orina de color muy oscuro. Esta enfermedad no siempre cursa con ictericia, pero por lo general se acompaña de suma sensibilidad en la región del hígado (el cuarto superior derecho del abdomen, inmediatamente debajo de la caja torácica).
Si se sospecha que haya hepatitis, es importante acudir al médico. Los familiares inmediatos del paciente pueden recibir gram-maglobulina, que es capaz de atenuar los síntomas en caso de que se contraiga la enfermedad.
Tanto las náuseas como los vómitos pueden acompañar también a las infecciones de las vías urinarias, que asimismo cursan con trastornos de la micción y, ocasionalmente, con dolor abdominal o lumbar.
Otra infección grave que provoca vómitos, aunque, por fortuna es muy poco frecuente, es la meningitis, es decir, la inflamación de las membranas que envuelven el encéfalo y la médula espinal. Esta enfermedad, además, produce irritabilidad o letargo y casi siempre cursa con fiebre.
Cuando afecta a los lactantes, se abulta la fontanela: en los niños mayores se observa una rigidez de cuello que les impide tocarse el pecho con el mentón. La meningitis es un cuadro que exige atención médica inmediata.
Los traumatismos de la cabeza que pueden ocasionar.
Los niños de corta edad también pueden tener vómitos por excitación y tensión emocional. El dolor de cabeza seguido de vómito suele ser un signo de migraña en la niñez.