Esta es una expresión muy conocida y habla de las molestias que puede ocasionar este frecuente problema cutáneo. El forúnculo es una infección localizada que se debe a estafilococos; por lo regular, se trata de una cepa especialmente virulenta de estas bacterias. Cuando invade la piel del niño, los forúnculos pueden reincidir durante meses o años.
A menudo, varios miembros de la familia los padecen más o menos al mismo tiempo. Los forúnculos pueden ser únicos o múltiples y aparecen en cualquier parte del cuerpo. Su tamaño varía, del de un chícharo hasta el de una nuez, o aún mayor. El tejido circundante, enrojecido, engrosado y adolorido, complica el problema.
La infección comienza bajo la piel y se convierte en una bolsa de pus. A la larga, la acumulación de pus «apunta» hacia la superficie de la piel y la revienta. Después cicatriza. Los forúnculos a menudo comienzan alrededor de los folículos pilosos, de ahí el término foliculitis, que se aplica a las infecciones leves.
Las zonas sometidas a presión (como la región glútea) ofrecen puntos propensos a la formación de estas lesiones. El forúnculo que penetra capas más profundas se denomina ántrax. Los forúnculos que aparecen en la cara merecen atención especial, va que son lesiones aún más graves.
Tratamiento casero
Los forúnculos deben manipularse suavemente, de lo contrario la infección se hace más profunda. Varias veces al día se aplican, con mucha suavidad, compresas de agua tibia a fin de acelerar la maduración del absceso y ablandar la piel para su ulterior ruptura y secreción.
Una vez iniciada ésta, las compresas húmedas ayudan a mantener la piel abierta para que salga el pus. Mientras más copiosa, más conveniente resulta la secreción. La piel debe lavarse frecuente y minuciosamente con agua y jabón, como medida auxiliar para prevenir la reinfección. Es preciso resistir la tentación de exprimir cualquier forúnculo.