Esta dieta se creo con la base de que algunos países europeos tenían menor tendencia a engordar y a tener problemas de colesterol que los países americanos. Según los defensores de esta dieta, ayuda a prevenir varias enfermedades mortales; entre estas, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Además de disminuir la incidencia de males crónicos como el Parkinson y el Alzheimer.
La filosofía de la dieta Mediterránea se basa en que se puede consumir libremente panes, pastas, papas, polenta, arroz, granos; como también, fruta y vegetales, aceite de oliva o aceitunas y productos lácteos a diario. Incluido el vino con moderación, y de preferencia el tinto.
Las carnes de pescado y pollo, los huevos, la miel, legumbres, aceitunas y frutos secos (como las nueces), sólo se deben consumir pocas veces a la semana. Las carnes rojas y los dulces se deben consumir con moderación, en raras ocasiones al mes.
En cuánto a las cantidades, se puede consumir en abundancia cualquier alimento de origen vegetal: frutas, verduras, legumbres; incluso aquellos que hayan sido procesados o que necesariamente se consuman cocidos como: papas, pan, pasta, arroz, cereales. Pero, de preferencia consumirlos en su estado natural.
Es recomendable utilizar aceite de oliva para alimentos fritos o como aderezo.
El consumo de queso, yogur, pescado, aves y huevos puede realizarse diariamente, en cantidades moderadas.
Evitar el consumo de sal, utilizando hierbas aromáticas.
Por otro lado, es necesario realizar la suficiente actividad física para quemar las calorías ingeridas; y, para conservar la salud de los músculos y articulaciones.
En resumen, la dieta se basa en la mayor ingestión de carbohidratos, frutas y verduras; y en evitar las carnes rojas, los alimentos con alto contenido de azúcar o grasa saturada y los alcoholes (con excepción del vino, en cantidades moderadas).