La lucha contra el dolor es primordial, pero sólo puede ser eficaz cuando existe una buena comunicación entre el enfermo y el personal a cargo de su cuidado, la cual también contempla el bienestar sicológico del paciente.
Lucha contra el dolor
Para la mayoría de los moribundos, el dolor es el problema más importante. En la actualidad, la medicina dispone de medicamentos muy potentes contra el dolor. El tratamiento del dolor es diferente para cada paciente; depende de su enfermedad, de la evolución de esta y de su grado de sensibilidad al dolor. Se realiza en varias etapas de acuerdo con las causas y la intensidad de este.
Los dolores más intensos se tratan con morfina u otros derivados del opio. La morfina es fácil de administrar, no es tóxica y puede suspenderse cuando se requiera. Contrariamente a lo que se cree, la conciencia y la personalidad no sufren modificaciones.
En el caso de los dolores rebeldes, los derivados del opio pueden administrarse directamente, a través de catéteres, en la médula espinal, mediante una bomba especial. De esta forma, el paciente tiene la posibilidad de ajustarla dosis de morfina suministrada según la intensidad del dolor.
Cuando los medicamentos contra el dolor no se adaptan o son ineficaces, pueden emplearse otros métodos. Puede recurrirse a un bloqueo nervioso (mediante una inyección de anestesia o la cirugía), a una sección de ciertas fibras nerviosas de la médula espinal (cordotomía) o a una estimulación eléctrica de ciertas fibras nerviosas con una corriente de baja intensidad. Aparentemente, estos métodos son menos eficaces cuando se han suministrado medicamentos a base de morfina.
Apoyo Sicológico
Reducir los cuidados paliativos únicamente al control del dolor sería traicionar el verdadero sentido de este tipo de cuidados. Detrás del dolor a menudo se esconde un complejo sufrimiento humano, síquico, social y espiritual.
Por esta razón, los cuidados afectivos son tan importantes como alivio del dolor. La idea de la muerte puede provocar cólera o una profunda angustia. A veces surge un sentimiento de culpabilidad o de arrepentimiento en relación al pasado. Sentirse amado y acompañado puede permitir afrontar el ocaso de la vida más fácilmente.
Una relación basada en la comprensión y el afecto puede ayudar a romper el aislamiento del paciente, que debe ser considerado como una persona con derecho a hacer respetar sus deseos. El miedo a una muerte dolorosa es incluso una gran causa de ansiedad. Es importante tranquilizar a los pacientes al respecto, ya que no deben temer en absoluto al dolor.
Por otra parte, muchos enfermos pierden la conciencia justo antes del fin y mueren “en el sueño”. El temor a una gran dependencia y a perder la dignidad es también una causa de preocupación en los moribundos. Es indispensable que estos pacientes puedan participar lo más posible en las conversaciones familiares y en los temas relativos al futuro.
Prepararse para la muerte puede desencadenarla necesidad de escribir los últimos deseos y voluntad, de agradecer a los más cercanos y de pedir perdón. Algunos moribundos desean confesarse y recibir la ayuda de un sacerdote. En todos los casos, parece natural que la necesidad más urgente sea la comunicación. Los amigos, la familia y los responsables de los cuidados deben estar dispuestos a responder a las peticiones del moribundo.
Cuidados Físicos
Los cuidados físicos forman parte de los cuidados paliativos. Consisten en luchar contra otros síntomas, distintos del dolor, que pueden aparecer en un enfermo terminal: deshidratación, sequedad de la boca, escaras, trastornos del tránsito intestinal, problemas urinarios, trastornos respiratorios, comezón, sudores nocturnos, trastornos del sueño. Asimismo, debe tomarse en consideración la alimentación del paciente. En efecto, la enfermedad a menudo provoca cambios en el sentido del gusto.
Por lo tanto, es necesario adaptar la dieta alimentaria a los gustos del paciente: más o menos dulce o salado, más o menos frío o caliente, para que pueda alimentarse, en la medida en que sea posible, hasta el final de su vida. Los cuidados físicos consisten, por lo tanto, en cambiar al enfermo de posición, administrarle los medicamentos y, eventualmente, practicar procedimientos quirúrgicos (en las escaras, por ejemplo), con el fin de otorgar al moribundo el máximo de comodidades posibles.