La médula espinal se encuentra en el conducto raquídeo, o cavidad situada a lo largo de la columna vertebral. Continúa, por arriba, con el tronco cerebral, y termina, a nivel de la primera vértebra lumbar, con la cola de caballo, constituida por las raíces lumbosacras de la médula.
Estas raíces emergen de la médula a lo largo de toda su extensión, y hay dos pares en cada segmento medular. Cada par tiene una raíz sensitiva, que transmite a la médula los estímulos recibidos en la correspondiente zona, y otra raíz motora, que va a inervar un conjunto de músculos esqueléticos. Las raíces motora y sensitiva se unen a su salida del raquis, para originar los nervios raquídeos.
La médula está formada por las sustancias blanca y gris. La blanca es un conjunto de haces de fibras nerviosas unos ascendentes, y otros descendentes donde a través se transmiten tanto los estímulos sensitivos como las órdenes motrices. La sustancia gris alberga grupos celulares que son centros propios de la médula espinal.
Mielitis. Es un estado inflamatorio de la médula espinal, que afecta por igual a las sustancias blanca y gris y que suele localizarse en uno o dos segmentos medulares en sentido transversal y cuya distribución permite calificar a esta enfermedad de mielitis transversa. Actualmente se admite que la mielitis es sólo un síndrome que puede corresponder a diversas etiologías, infecciones por virus o por bacterias piógenas que alcanzan la médula partiendo de un foco osteítico de vecindad o de un foco séptico alejado, tal como un forúnculo, un ántrax, etcétera.
Paraplejia. Es la parálisis completa de las extremidades inferiores, que es secundaria a múltiples causas, entre las cuales destacan los traumatismos de la columna vertebral. La simple conmoción medular, la formación de hematomas y las fracturas y luxaciones de la columna vertebral son los tipos anatómicos más frecuentes en los traumatismos del tronco. La paraplejía puede ser causada por una compresión medular, es decir, por la creación de un conflicto de espacio intrarraquídeo a causa del crecimiento de un tumor intramedular o extramedular.
Heredodegeneraciones Espinocerebelosas. Se trata de un grupo de enfermedades estrechamente vinculadas por su carácter hereditario y familiar y por el factor etiológico degenerativo de las vías espinocerebelosas, que tienen en común degeneraciones de haces medulares descendentes y del cerebelo. Las enfermedades de este grupo no son estrictamente medulares, y si se engloban aquí es sólo por la relativa constancia con que afectan la médula.
Las más importantes son: la paraplejía espástica, la ataxia espinal y las ataxias cerebelosas, con sus múltiples variantes.
Aparecen en la infancia o en la adolescencia, adquieren un carácter progresivo y se expresan fundamentalmente por trastornos de la marcha de tipo atáxico.
Amiotrofta espinal progresiva. Forma parte de un grupo de procesos sistematizados del sistema nervioso que lesionan fundamentalmente la vía motora a través de un mecanismo degenerátivo. La amiotrofia espinal progresiva es la representación medular de este proceso degenerativo que en otras topografías se llama parálisis bulbar y esclerosis lateral amiotrófica. En todas estas formas, la lesión fundamental es la degeneración de las neuronas motoras del asta anterior de la médula, cuya lesión causa atrofias musculares degenerativas y las correspondientes parálisis. La enfermedad sigue un curso progresivo y es marcadamente familiar.
Siringomielia. Es un proceso degenerativo medular localizado en la sustancia gris de la médula, en la que se forman unas cavitaciones características. Etiológicamente, se debe a una anomalía congénita del cierre del conducto neural durante la época embrionaria. Las lesiones cavitarias de la sustancia gris de la médula interrumpen las vías sensitivas que transmiten al cerebro las sensibilidades dolorosa y térmica. En consecuencia, el enfermo con siringomielia tiene un trastorno disociado de la sensibilidad, con la conservación del sentido táctil y pérdida del sentido del dolor y de la temperatura. Estos enfermos pueden coger entre los dedos un calor ardiente, cuyo contacto sienten, pero no el dolor de la quemadura.