Cuatro pequeños cuerpos glandulares fijados a la pared posterior de la glándula tiroides, en el cuello, dos a cada lado. Son las glándulas secretoras de menor tamaño, ya que en conjunto no abultan más que una judía pequeña.
La función de la hormona que producen es regular el consumo de calcio y fósforo en el cuerpo. Cuando las glándulas se muestran poco activas y no producen suficientes hormonas, disminuye la cantidad de calcio en la sangre y aumenta la de fósforo, lo que con el tiempo produce la tetania, espasmo muscular involuntario. Por el contrario, la sobreactividad de las glándulas acarrea la retirada de demasiado calcio y fósforo de los huesos, con lo que éstos se vuelven blandos y frágiles.
Cuando se produce la tetania como resultado de la falta de actividad de las glándulas paratiróideas, los músculos tienden a sufrir espasmos prolongados y dolorosos, que pueden ir acompañados de punzadas, adormecimiento y a veces contracciones nerviosas. La afección tiende a manifestarse en los antebrazos y manos; pero donde más molestias produce es en la garganta. Con el tiempo los músculos se vuelven anormalmente sensibles a los estímulos. Los pacientes de tetania sufren a menudo nerviosismo y depresión psíquica. La tetania aparece con frecuencia por extirpación inadvertida las glándulas paratiróideas, tan pequeñas que pueden seccionarse o destruirse sin darse cuenta de ello durante una intervención quirúrgica en la glándula tiróidea.
Los síntomas de la tetania pueden presentarse por causas distintas de la insuficiencia paratiróidea, pero todos ellos se caracterizan por el deficiente aporte cálcico en los alimentos. Síntomas similares pueden aparecer por exceso de álcalis.
Si en el pasado era difícil tratar la tetania, hoy puede remediarse la deficiencia de calcio de varios modos, como por ejemplo, regulando la dieta de modo que se ingiera poco fósforo, para lo cual se requiere reducir la cantidad de carne, huevos, y productos lácteos. Antes de poder planear con éxito el tratamiento a seguir, debe determinarse el estado de la sangre y aislar los factores específicos que producen los síntomas. A veces basta con sujetarse a un régimen alimenticio para volver al funcionamiento normal. También pueden recetarse extractos de glándulas paratiróideas.
La excesiva secreción de las glándulas paratiróideas estimula al riñón a extraer demasiado fósforo de la sangre y excretarlo en la orina. Los huesos, que actúan a modo de depósitos de reserva de fósforo, liberan éste para compensar el que falta en la sangre y al hacerlo liberan también calcio y quedan privados de uno de sus elementos principales mientras que la sangre lo tiene con exceso. El resultado es una enfermedad de los huesos, llamada osteítis fibrosa u osteoporosis, en que los huesos se vuelven tan frágiles que pueden cortarse con un cuchillo y romperse con un ligero golpe. Tales accidentes pueden ocurrir repetidamente y la curación puede ir acompañada de la deformidad permanente de los huesos a menos que se ponga gran cuidado en evitarlo. Las deformidades producidas por torsión y otras anormalidades reciben el nombre de osteomalacia. El exceso de calcio en la sangre tiende a formar piedras o cálculos en diversos puntos del cuerpo.
La excesiva actividad de las glándulas paratiróideas puede obedecer a tumores en una o más glándulas; cuando esto sucede la única medida eficaz es extirparlas quirúrgicamente.
Otro efecto grave de la hiperactividad paratiróidea es la lesión y gradual inflamación de los riñones a causa de la excesiva excreción de calcio y fósforo que se opera a través de los mismos. Esta enfermedad no es mortal de necesidad, pues generalmente puede tratarse con éxito la causa que la produce, tras de lo cual los riñones vuelven a su estado normal.