Este término define al pie que, debido a sus características presenta una elevada probabilidad de presentar ulceraciones y las consiguientes complicaciones.
Los factores que definen este pie de riesgo son:
– Síntomas y/o signos de neuropatía: sensación de quemazón en las plantas de los pies, hormigueo, calambres, sensación de andar sobre algodón… Dolor en reposo y predominantemente nocturno que se alivia al poner los pies en el suelo y andar. Hiperqueratosis, aparición de grietas.
– Síntomas y/o signos de vasculopatías: sensación de frialdad en los pies, dolor en reposo predominantemente nocturno, que no se alivia al andar pero si al dejar colgando la pierna fuera de la cama. Piel fina y brillante, ausencia de pulso arterial.
– Antecedentes de úlcera o amputación.
– Microalbuminuria y/o insuficiencia renal.
– Disminución de la agudeza visual (cataratas y retinopatía diabética), que impiden el autocuidado del pie y la detección precoz del ulceraciones.
– Trastornos ortopédicos (dedos en martillo, superposición de dedos…).
– Edad avanzada.
– Alcoholismo.
– Nivel socioeconómico bajo.
– Aislamiento social.
– Larga duración de la diabetes (>10 años).
– Actitudes psicológicas de negativismo.
– Incapacidad de flexión para verse adecuadamente los pies.
– Higiene deficiente de los pies.