El tratamiento del dolor consiste en la búsqueda de su causa y en la utilización de medicamentos que lo alivien. La utilización de los diferentes tratamientos disponibles para aliviar el dolor depende de la gravedad, la duración, la localización y su causa.
Explicar su dolor al médico
La descripción minuciosa del dolor a un médico aporta datos importantes para el diagnóstico. Es útil describir sus diferentes características: localización (señalando con el dedo el trayecto del dolor), tipo (sensación de presión, quemadura, descargas eléctricas, etc.), evolución (¿desde cuándo ha empezado el dolor?, ¿el inicio fue brusco o progresivo?), circunstancias desencadenantes iniciales (esfuerzo, traumatismo, accidente de trabajo, etc.).
Hay que responder de la forma más precisa posible a las preguntas del médico. ¿Se trata de un dolor permanente o intermitente., ¿cuál es la curación de los accesos y de los períodos de remisión?, ¿el dolor aparece por la mañana o por la noche?, ¿cuáles son los factores que influyen en el alivio y el agravamiento del dolor (postura, movimiento, hora, emociones, etc.)?
Analgésicos
Los medicamentos contra el dolor reciben el nombre de analgésicos (o antálgicos) y pueden clasificarse en tres categorías, según su nivel de eficacia. Los analgésicos ligeros, generalmente, son útiles en el tratamiento de dolores simples, como el dolor de cabeza o de los dientes. Los medicamentos más utilizados son el paracetamol y la aspirina.
Los antiinflamatorios no esteroides sirven para tratar los dolores ligeros y moderados, como los provocados por la artrosis o los traumatismos deportivos.
Cuando el dolor no se alivia con este tipo de medicamentos, se debe recurrir a otros de un nivel superior de eficacia, que asocia los analgésicos ligeros con medicamentos relacionados con la morfina (codeína, por ejemplo).
Para aliviar los dolores intensos y rebeldes, se emplea la morfina, un medicamento extraído del opio. La morfina actúa en el cerebro y la médula espinal mediante el bloqueo de la transmisión del mensaje doloroso. Es un analgésico potente, indispensable para tratar algunos dolores. Para los dolores agudos, como los posteriores a una intervención quirúrgica, se recurre cada vez más a la administración de morfina controlada por el propio paciente.
Para los dolores crónicos, como los asociados con el cáncer, se dispone de numerosas posibilidades de administración: por lo general, la vía oral, en forma de comprimidos, cápsulas o soluciones orales, es preferible a las formas inyectables, salvo cuando el paciente experimenta dolor al tragar. La morfina es un medicamento extremadamente seguro. Los pacientes permanecen la mayor parte del tiempo sin dolor y los efectos secundarios son infrecuentes y suelen contrarrestarse bien. No existe, pues, ninguna razón para limitar su utilización cuando los otros medicamentos analgésicos no han conseguido aliviar el dolor.
Tratamientos complementarios
La kinesiterapia es esencial en el tratamiento de numerosos dolores crónicos que afectan al aparato locomotor (por ejemplo, lumbalgias). También resulta útil en el caso de dolores debidos a malas posturas, contracturas musculares o limitaciones de la movilidad articular.
Puede asociarse a técnicas de relajación que ayudan al paciente a controlar el dolor y a reaccionar mejor frente a las situaciones de tensión que pueden aumentarlo. El objetivo de la relajación es ayudar a la persona a aumentar su tolerancia al dolor (a reducir el temor al dolor), a aceptarlo mejor y a realizar sus actividades de la forma más normal posible.